Hablar de la devoción a la Virgen María en la Archidiócesis de Toledo es situarnos ante múltiples advocaciones y títulos dados a nuestra Madre, entre otros, Virgen del Sagrario, Virgen del Prado, Virgen de la Caridad…, pero de un modo singular no podemos olvidar, por su historia en España y su relevancia en la evangelización del Nuevo Mundo, el título y nombre de Virgen de Guadalupe.
Así, la devoción a Santa María de Guadalupe en la Archidiócesis de Toledo nos lleva en primer lugar a la Iglesia Madre, la Santa Iglesia Catedral Primada de Toledo, templo dedicado a Santa María y puesto bajo su protección, habiendo sido elegido dicho lugar por Nuestra Señora para imponer la casulla a San Ildefonso, su “capellán y fiel notario”, gran defensor de su virginidad.
En el marco de este templo mariano y muy próximo a la magnífica representación del Arbol de Jesé de la Puerta de los Leones, en el acceso a la Capilla del Sagrado Corazón, se encuentra un óleo sobre lienzo que representa a Santa María de Guadalupe, haciéndose presente en nuestra Catedral la devoción mariana extremeña más singular de la archidiócesis de Toledo.
Poco sabemos del origen de esta imagen de carácter devocional presente en la ciudad imperial, pero sin embargo, en la parte inferior del lienzo encontramos la procedencia del lienzo, siendo una donación de Pedro de Lozoya en el año 1657:
“DIO ESTA IMAGEN DE NUESTRA SEÑORA DE GUADALUPE POR SU MUCHA DEVOCIÓN, Pº DE LOZOYA AÑO DE 1657”
Durante los siglos XVI y XVII la Catedral de Toledo se consolidó como la gran aspiración de los músicos españoles. Tener un puesto en la capilla musical del templo primado de España era considerado un gran honor para cualquier músico, bien fuera maestro de capilla, cantor o ministril. Sabemos de Pedro de Lozoya que era “familiar del Santo Oficio de Toledo y ministril” de la misma Catedral.
La figura del ministril, hoy desaparecida como tal, se desarrolló progresivamente del siglo XIV al XVII en toda Europa, decayendo en el siglo XVIII junto con sus instrumentos característicos. Durante el siglo XVI tuvo su apogeo cuando los ministriles se integraron como asalariados en las capillas eclesiásticas. El ministril era, por tanto, un músico que en las funciones y grandes solemnidades litúrgicas tocaba algún instrumento de viento o cuerda para acompañar el canto y embellecer el culto.
Así, dentro del grupo de ministriles de la capilla toledana, Pedro de Lozoya fue el primer ministril corneta que desarrolló su carrera musical íntegra durante el siglo XVII. Fue el precursor de una gran familia de miembros dedicados a la corneta en este ámbito. Junto a él, desempeñaron también el puesto de ministril corneta otros dos miembros de su familia, Francisco y Juan de Lozoya, éste último también ministril en Sevilla.
A principios del año 1601 Pedro de Lozoya fue recibido como ministril corneta en la Catedral, y en este cargo se mantuvo hasta su muerte acaecida en el año 1657, pocos años después de la donación de este cuadro. La fecha de la donación, 1654, coincide con la gratificación recibida del Cabildo por la composición de una “batalla”, cuando se encontraba en la fase final de su trayectoria musical.
Junto con la música, y como expresión de gratitud hacia la Madre del Cielo, la donación de este cuadro, en la etapa última de su vida, tal y como indica en su inscripción, viene a ser expresión de su gran devoción a la Virgen de Guadalupe, para que Jesucristo pueda embellecer su vida y su obra con las más altas virtudes. Como diría San Luis María Grignion de Montfort “Por esta devoción entregamos a Nuestro Señor, por manos de su Madre santísima, todas nuestras buenas obras. Esta bondadosa señora las purifica, embellece, presenta a Jesucristo y hace que su Hijo las acepte”.
Información preparada por la delegación de Patrimonio de la archidiócesis de Toledo