Etapa segunda

Tema del día. «NO LES QUEDA VINO. MARÍA EN NUESTRA VIDA»

¿Qué tal el camino de ayer? Según vamos caminando el paisaje también va cautivando el corazón. Hoy dejamos Villar del Pedroso y comenzamos el camino hacia Navatrasierra. ¡Qué pueblitos tan preciosos! Pequeños pueblos que acompañaron a los peregrinos de antaño y a los de ahora y que alientan el caminar hacia la presencia de la que es “Vida, dulzura y esperanza nuestra”. Sí, es así; en nuestra vida, estamos acompañados por buenos hermanos que al darse cuenta de nuestras necesidades, salen a nuestro encuentro para ser cayado, apoyo y alivio, consuelo y esperanza del corazón.

Pues, entre estos amigos contamos también con la presencia de los santos. O también de los ángeles, amigos fieles que Dios ha puesto a nuestro lado, que nos protegen y acompañan. Podríamos decir que toda la Iglesia del Cielo mira desde allí a los peregrinos de este mundo, a los que todavía luchamos entre peligros y caminamos entre dificultades. Ellos nos miran y sienten una verdadera compasión. No se trata de una compasión que mira por encima del hombro o desde un pedestal, sino de la verdadera piedad que les lleva a lanzarnos escalas hacia el Cielo, protección y alivio, fuerza en las dificultades y luz que guía nuestros pasos. ¡Qué verdad tan consoladora… toda la Iglesia triunfante que goza ya del banquete de bodas y vive en la alegría… no puede olvidarse de los hermanos en dificultades!

Pero mira, entre todos estos ángeles y santos, destaca la presencia de la Virgen María y su poderosa intercesión. Ella es la Inmaculada, la toda limpia de pecado que nos dio al Salvador. Ella es la Mujer prometida que nos trajo al Rey que nos libera de la esclavitud del pecado y nos conduce y guía a la casa del Padre. Ella es la Virgen Madre que dio a luz al Salvador en la alegría y sin dolor. Ella es la que educó y acompañó a su Hijo en Nazaret y lo siguió como discípula hasta la Cruz. Ella es la que junto a la Cruz sufrió al dar a luz a sus hijos y nos abrió a la vida nueva de los hijos de Dios. Ella es la que junto a la Iglesia naciente suplicó en el Cenáculo la venida del Espíritu Santo, nuestro Paráclito, el que es Consuelo, Abogado y Defensor. Ella es la que desde el Cielo, junto a toda la Iglesia, es la Estrella de nuestro camino.

Sí, Ella es la Estrella que guía nuestros pasos. Ella nos está guiando a su casa de Guadalupe, donde está esperándote para sanar tu corazón. Se ha dado cuenta que también a ti te falta el vino, que tu traje no está preparado para esta boda. Por eso te espera para prepararte al banquete del Rey. Es más, sin darte tú cuenta, ya está tejiendo un precioso vestido para ti. La que revistió de sacerdote a su Hijo san Ildefonso, también te reviste a ti con los ropajes propios de los hijos de Dios.

Hoy te invito a ser como decía san Ildefonso, nuestro santo arzobispo toledano, “esclavo de la Esclava del Señor”, te invito a consagrarte a la Virgen como un esclavo a su Señora, como hijo a su Madre, como soldado a su Reina. Consagrarse a la Virgen es dejarle a Ella ser realmente lo que es: Madre y Reina, Señora nuestra. Pertenecemos a María. Y con ello experimentarás el inmenso poder de Dios. Este es el camino de santidad para los pobres, para los niños, para los que se sienten más débiles y pecadores. Es el camino de dejar a María las riendas de tu vida. Así lo han predicado los santos, como san Luis María Grignon de Montofort o san Maximiliano María Kolbe.

Mira al Cielo, mira la Estrella, invoca a María y deja que su Luz llene tu noche de esperanza, consuelo y amor. Como en Guadalupe de México, Ella te dice aquí y hoy: “¿No estoy yo aquí que soy tu Madre?” Con Ella, nada puede faltar.

 

Itinerario físico. VILLAR DEL PEDROSO

 

ORACIÓN DEL DÍA

 

CATEQUESIS DEL DÍA. LA RELIGIOSIDAD POPULAR

Las características de una auténtica religiosidad popular estriban en su eclesialidad, es decir, en la comunión con la Iglesia católica y particular, también deben caracterizarse por su carácter mariano. La Virgen María es tipo de la Iglesia, por lo que una auténtica vivencia de la Iglesia no puede prescindir de la Stma. Virgen.

Tengamos presente estas verdades de nuestra fe:

*María al pie de la cruz fue constituida en Madre de todos los hombres. Es Madre de todos, también de la gente sencilla que manifiesta su profunda fe a través de la religiosidad popular.

*María en el Cenáculo con los apóstoles fue constituida en Madre de la Iglesia. Era el día de Pentecostés, donde tuvo lugar la llegada del Espíritu Santo, que también hemos recibido en el sacramento de la Confirmación. El Espíritu Santo sigue guiando a la Iglesia en su peregrinar hacia el Cielo nuestra meta.

*La Virgen María es el miembro más eminente de la Iglesia y a la vez es tipo de la Iglesia. Ella es nuestro modelo, el espejo en el que nos debemos mirar para vivir el Evangelio de Jesús.

*María es Madre de todos los hombres, y la Iglesia engendra a sus hijos en el sacramento del Bautismo. En el momento en que nos hacemos hijos de Dios nos hacemos inmediatamente hijos de María. Ella nos cuida e intercede por nosotros como verdadera Madre, por cada uno de sus hijos.

*La Santísima Virgen María guarda una indudable y estrecha relación con la Eucaristía. Ella es Madre del Señor y, por consiguiente, Madre de la Eucaristía, donde Jesucristo está presente en cuerpo y alma, vivo y resucitado, ofreciéndose al Padre de una vez y para siempre.

“En cierto sentido, María ha practicado su fe eucarística antes incluso de que ésta fuera instituida, por el hecho mismo de haber ofrecido su seno virginal para la encarnación del Verbo de Dios. La Eucaristía, mientras remite a la pasión y la resurrección, está al mismo tiempo en continuidad con la Encarnación. María concibió en la anunciación al Hijo divino, incluso en la realidad física de su cuerpo y su sangre, anticipando en sí lo que en cierta medida se realiza sacramentalmente en todo creyente que recibe, en las especies del pan y del vino, el cuerpo y la sangre del Señor… Hay, pues, una analogía profunda entre el fiat pronunciado por María a las palabras del Ángel y el amén que cada fiel pronuncia cuando recibe el cuerpo del Señor.” (Juan Pablo II, Cart. enc. Ecclesia de Eucaristía, n. 55)

 

PERSONAJE DEL DÍA.

SAN FRANCISCO DE BORJA.

Francisco de Borja y Aragón. Nació en Gandía en 1510. Marqués de Lombay y cuarto duque de Gandía.

Tuvo una gran conversión en 1539, al trasladar de Toledo a Granada el cadáver de la emperatriz Isabel de Portugal, esposa del emperador Carlos V. Francisco de Borja quedó tan conmovido que decidió dejar la corte y abrazar la vida religiosa tan pronto como tuviese la ocasión. A ese momento corresponde una célebre frase que se le atribuye: «Nunca más servir a señor que se pueda morir».

En 1546, tras fallecimiento de su esposa Leonor de Castro, con quien había tenido ocho hijos, Francisco de Borja dejó sus posesiones a su hijo primogénito e ingresó en la Compañía de Jesús. Sacerdote en 1551, se dedicó a la predicación y obedeció a San Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús, quien lo nombró más tarde Comisario de España en las Indias.

En 1565 fue elegido tercer general de la Compañía, y reorganizó sus métodos de enseñanza y propagó sus misiones. Durante una estancia en Roma fundó el noviciado de San Andrés, el colegio Romano, e hizo levantar la iglesia de la Anunciación.

Murió en Roma el año 1572. Fue canonizado en 1671.

SAN FRANCISCO DE BORJA EN GUADALUPE

Por su relación con la corte y especialmente con la Emperatriz Isabel de Portugal es muy probable que visitara Guadalupe en varias ocasiones.

Pero es él mismo, el que cita, en una carta enviada a San Ignacio de Loyola en 1555, su presencia en el Santuario: “…después partí para esta ciudad de Plasencia, ultimo de febrero y de camino visité a los marqueses de Gibraleón en Belalcázar, y de allí, pasando por nuestra Señora de Guadalupe, pasé a Oropesa a verme con el Conde, que me esperaba…”

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En el siguiente video, encontrareis una semblanza de la vida de este gran santo, que pasó de servir al Rey temporal en la corte a servir al Rey eterno en la Compañía de Jesús.

 

 

SANTA BEATRIZ DE SILVA.

Santa Beatriz de Silva, es la fundadora de la Orden de la Inmaculada Concepción.

Nació en la Villa de Campo Mayor, Portugal. Aunque no hay una fecha exacta de su nacimiento, lo más probable es que naciera por los años de 1437. Sus padres fueron Ruy Gómez de Silva e Isabel de Meneses.

Fue educada como cualquier hija de familia noble, aprendiendo los hábitos y las costumbres de su tiempo. Sus padres eligen a los frailes franciscanos para ayudarlos en la educación de sus once hijos. Por estas fechas la Orden Franciscana es uno de los más firmes defensores de este Misterio de la Inmaculada que siglos más tarde fue definido como dogma.

Cuando el rey Juan II de Castilla, contrajo matrimonio con Isabel de Portugal en 1447, ésta se lleva consigo a Beatriz, como dama de honor, quien por entonces tendría unos 20 años.

Su belleza causó una revolución en la corte, despertando admiración, envidias y celos, incluso en la misma reina Isabel, que veía en ella a una rival sospechosa. Para ese entonces ya había recibido peticiones de matrimonio, de condes y duques, pero los rechazó e hizo voto a Dios de virginidad.

Beatriz, vivió sucesos intensos, como el hecho que la misma Reina, que tanto la había distinguido con su amor y confianza, cegada por los celos, resolvió quitarle la vida encerrándola en un cofre. Durante tres días, Beatriz estuvo encerrada viva sin comer ni beber nada. En ese encierro tuvo una experiencia espiritual de encuentro con la Virgen María, que se le apareció vestida de blanco y azul, encargándole la fundación de la Orden. La consoló y le dijo: “¡Beatriz no tengas miedo! Tú fundarás una Orden cuya finalidad sería la glorificación de mi Inmaculada Concepción”.

Santa Beatriz vivió durante 30 años con las Dominicas de Toledo como seglar, sin ser monja. Su vida espiritual transcurrió viviendo en la devoción de la Concepción Inmaculada, de la Pasión del Señor y de la Eucaristía.

Fue en Santo Domingo el Real, donde Beatriz comienza a perfilar la futura orden, en la que se honraría la limpieza singular de María Inmaculada. Manifestó este deseo a la Reina Isabel la Católica y encontró en ella un gran apoyo.

En 1484, Beatriz deja el Monasterio de Santo Domingo y pasa con algunas compañeras, que luego serán la primitiva comunidad, a la casa llamada Palacios de Galiana y la iglesia de Santa Fe, en Toledo.

Con el apoyo de la Reina Isabel la Católica, se redacta un documento que es enviado a Roma para que se apruebe este nuevo modo de vida: honrar, celebrar e imitar la Concepción Inmaculada de María.

El 30 de abril de 1489, reciben respuesta. El papa Inocencio VIII autoriza la fundación del nuevo monasterio y aprobó las principales reglas que se debían observar en él y lo hizo mediante un documento llamado bula Inter Universa. Desde aquel día, la casa de Santa Fe, pasó a llamarse Monasterio de la Santa Concepción de Nuestra Señora.

En 1492, estando en oración en el coro, tuvo otro nuevo encuentro con Nuestra Señora que le dijo: “Hija, de hoy en diez días has de ir conmigo, que no es nuestra voluntad que goces aquí en la Tierra de esto que deseas.”

Beatriz, murió el 17 de agosto de 1492. Fue beatificada por Su Santidad Pío XI el 28 de julio de 1926 y solemnemente canonizada el 3 de octubre de 1976 por Su Santidad Pablo VI.

SANTA BEATRIZ EN GUADALUPE

Conociendo por su vida el amor que en todo momento profesó Santa Beatriz a la Virgen, y especialmente, al misterio de su Inmaculada Concepción, y siendo dama de honor de la reina Isabel de Portugal, podemos constatar su presencia a los pies de la Virgen de Guadalupe en la peregrinación que realizo hasta el Santuario con motivo de la boda de la reina Isabel con Juan II de Castilla.

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En este día de nuestra peregrinación virtual, referimos brevemente la figura de la Reina Isabel La Católica, por el apoyo que prestó a Santa Beatriz de Silva en la fundación de la Orden Concepcionista y por su fuerte vinculación con el monasterio de Guadalupe al que, nos consta, peregrino al menos en 16 ocasiones.
ISABEL I DE CASTILLA “LA CATÓLICA»
Isabel I de Castilla fue reina de Castilla​ desde 1474 hasta 1504, reina consorte de Sicilia desde 1469 y de Aragón desde 1479, ​ por su matrimonio con Fernando de Aragón.
La pasión de la Reina por la Virgen y por el Monasterio de Guadalupe, patente en sus numerosas visitas. Sin ninguna duda, la mayor vinculación real, por el número de veces que llegaron hasta Guadalupe y por su apego, fue precisamente la de los Reyes Católicos, don Fernando y Doña Isabel.

La primera vez que la, por aquel entonces, Infanta Isabel pisó el Monasterio de Guadalupe fue en 1464. Su hermano Enrique IV la llevó hasta allí para acordar su boda con el que llegó a ser uno de sus máximos enemigos, Alfonso V de Portugal. Isabel, que era mucha Isabel, lo rechazó. Pero su estancia en Guadalupe le sirvió para «enamorarse» de la belleza del monasterio, al que denominó «mi paraíso». Desde entonces, Isabel regresó en varias ocasiones.

Isabel también pasa por el Monasterio cuando se dirige a Sevilla, para visitar en Guadalupe la sepultura de su hermanastro Enrique IV y celebrar allí sus exequias fúnebres. De esta forma Isabel vinculaba aún más «su Corona con la de sus antepasados. Era ella, la única y verdadera Reina de Castilla, la que ordenaba que se hicieran en su presencia las honras fúnebres por el monarca muerto».

El vínculo de la Reina Isabel con Guadalupe fue tan grande que incluso ordenó que su testamento se custodiase por los monjes, como así fue. Y en Guadalupe, también se dispusieron las órdenes que Cristóbal Colón necesitaba para emprender el viaje hacia la conquista de América.

 

ENIGMA DE GUADALUPE «ENTRANCE ROOM»

Resuelve el enigma entrando aquí

 

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